miércoles, 30 de noviembre de 2016

El empobrecimiento continuado de la ‘inteligencia pública’ resulta en un pensamiento basado en clichés, tópicos, expresiones vacuas e ideas vagas que maneja por igual hechos, creencias, suposiciones y deseos.

¿Qué hacer ante el pensamiento difuso basado en clichés, tópicos, expresiones vacuas e ideas vagas; que maneja por igual hechos, creencias, suposiciones y deseos; que compone con todo eso una papilla confusa y multiusos, que se exhibe como bandera (sin admitir, por tanto, crítica alguna) y aun como arma arrojadiza que cada vez de manera mas papable es mostrado por la ciudadanía?
No lo sé, pero intuyo que la clave está, como casi siempre, en una palabra mágica: educación. 
Pero la educación actual, con toda su cháchara pedagógica y tecnológica, pretende formar hombres útiles (¿a la sociedad, a las empresas, al capital?), no hombres libres. Porque los hombres libres pueden no ser útiles, especialmente si la utilidad se entiende en términos de beneficio económico (al fin y al cabo, muchas veces lo verdaderamente importante no sirve para nada); de hecho, pueden llegar a ser extraordinariamente incómodos e inconvenientes.
Educación y más educación. Es fácil de decir, pero difícil de llevar a cabo. Un apunte: la escuela es solo una parte de la educación de un niño, y no la más importante; lo resume muy bien un conocido proverbio africano: hace falta una tribu entera para educar a un niño

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