miércoles, 23 de noviembre de 2016

Ahí siguen en la UPV/EHU: tan salvajitos como siempre. Actúan como en las mejores épocas. Es que lo que se siembra al final puede florecer

Trump va a salvar a EE UU de inmigrantes sudamericanos. Aquí, unos trumpitos aprendices de la estupidez creen (es cuestión de fe, no de pensamiento) que machacando a la UPV/EHU habrán conseguido poner en jaque al Fondo Monetario Internacional.

Ya los tenemos de nuevo ahí. Atacando a esta sociedad capitalista en su eslabón más débil: la universidad. Más en concreto, la universidad pública, que es, como todos sabemos, la más española y la única que sostiene este sistema tan capitalista y tan impresentable. Son los salvapatrias de última hora, los que van a arreglar todos los desaguisados de estos años a puñetazo limpio. 

Actúan ante el aparente sobresalto de quienes un día, tampoco muy lejano, aplaudían de forma directa o consentían con disimulo y haciendo como que miraban a otro lado acciones muy similares a estas que vemos ahora. Incluso hoy en día les cuesta condenar estas salvajadas. Hay que entender el contexto, piensan, me imagino. Porque el caso es que no dicen nada, cuando se encuentran con el papelito que les presentan otros partidos: ¿Firmáis esto? Silencio. También Podemos, que es como el adalid de las buenas causas. Silencio sepulcral. No pasa nada porque un grupo quiera romper con un extintor la puerta del decanato, porque un par de chavales metan el miedo en el cuerpo a dos pasajeros que no saben en esos momentos a quién rezar. No pasa nada porque se pinte un aula o la pared de una biblioteca con un spray. Hay que contextualizar, que si no simplificamos mucho. Hay que condenar esa legislación invasora de España, esos rectores y vicerrectores vendidos sin vergüenza al capitalismo sucio por un plato de lentejas. Hay que contextualizar bien todo lo que ocurre: invasión de los americanos en las playas de Normandía, guerra de Corea y Onésimo Redondo.

Sin embargo no deberíamos minusvalorar la gravedad de estos hechos: no ya por lo que supone atentar contra bienes públicos pagados con impuestos de todos, no con tarjetas black. No ya por la violencia personal que supone un enfrentamiento tan agresivo con profesores y alumnos. No solo por eso, que no es, desde luego, poco. Pero es más preocupante a largo plazo el desprecio profundo que esa actitud deja entrever hacia lo que supone la institución universitaria como uno de los pilares fundamentales en la vida social. Es uno de los espacios en los que, a pesar de los vaivenes, y a pesar de regímenes dictatoriales, con más firmeza se ha defendido siempre la libertad de la palabra, la libertad de expresión. Nunca se puede coartar a nadie para que exponga sus puntos de vista de forma pacífica.

Artículo de Pello Salaburu en Vocento

No hay comentarios: