miércoles, 4 de marzo de 2015

La extravagancia de la asignatura de religión

Lejos queda la época en que el papa y el emperador se disputaban el dominio del mundo (dominium mundi). La consolidación del Estado Moderno primero y el advenimiento de la sociedad liberal-burguesa más tarde, desembocaron en un nuevo orden jurídico que tuvo en la Constitución la norma suprema de un Estado de Derecho que se considere soberano.
Por ello resulta especialmente anacrónico que en un país constitucionalmente aconfesional pueda publicarse en el BOE una resolución que da publicidad al currículo de la asignatura de religión católica con la fórmula: "En su virtud, a propuesta de la Conferencia Episcopal Española...".
Chirría que en pleno 2015 el boletín oficial de un Estado democrático se convierta en vocero de la decisión unipersonal de una corporación privada de carácter confesional que da vigor normativo a unos estudios que se impartirán en centros sostenidos con fondos públicos.

Algo no se está haciendo bien cuando además no existe un mínimo control sobre los contenidos de dicha asignatura de modo que a los alumnos de primero de primaria (6 años) se les exigirá aprender a rezar para aprobar ("memorizar y reproducir fórmulas sencillas de petición y agradecimiento"). Esto choca frontalmente con la exposición de motivos de la citada resolución que niega "una finalidad catequética o de adoctrinamiento", y deja en evidencia al titular de Educación, el Ministro Wert, que eliminaba en la LOMCE la asignatura de Educación para la ciudadanía y los derechos humanos por resultar adoctrinadora y convertía a nuestro país en el único de toda la OCDE en que dicha materia quedaba fuera de los planes de estudios.

Algo está fallando cuando, 60 años después de la muerte de Teilhard de Chardin, los alumnos de primero de bachillerato tienen como estándares de aprendizaje evaluables, "reconocer y esforzarse por comprender el origen divino del cosmos y distinguir que no proviene del caos o el azar". Mientras Charles Darwin está enterrado en la abadía de Westminster junto a Isaac Newton, la Conferencia Episcopal española introduce el creacionismo en las escuelas.

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