miércoles, 20 de noviembre de 2013

La violencia machista aumenta entre los jóvenes, mientras las nuevas tecnologías se convierten en una herramienta de control.

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el país/2013/11/20/opinión
Se creía que el machismo era cosa de un pasado patriarcal y los estereotipos de género, una rémora en fase de superación. Pero un estudio realizado por investigadores de la Universidad Complutense ha puesto de relieve que están muy vivos entre los adolescentes y, lo que es peor, creciendo.
El 10,5% de las chicas de 14 a 19 años reconocen que han sido maltratadas por sus novios, frente al 9,6% registrado por el mismo estudio en 2010. Pero la encuesta revela también que muchas chicas no identifican como maltrato conductas que evidentemente lo son. Así, un 6,2% de las chicas dicen haberse visto obligadas a prácticas sexuales que no deseaban, un 14,6% han sido amenazadas por sus parejas hasta sentir miedo y un 23,2% han sido insultadas y ridiculizadas.
Los estereotipos siguen también ahí, con una prevalencia que sorprende y que debería llevarnos a preguntarnos qué se está haciendo mal en la educación de los valores en España. Por ejemplo, un preocupante 36,3% de los adolescentes piensa que los celos son una expresión de amor, y el 11,7% de los chicos creen que está bien que los hombres salgan con muchas chicas, pero no al revés. En casi todos los apartados se observa un aumento respecto a 2010. Luego retrocedemos.
Y en ese retroceso, los nuevos machistas han encontrado en las nuevas tecnologías, que tanto nos facilitan la vida y la comunicación, una herramienta para ejercer su dominio. Una de cada cuatro chicas afirma que su novio la controla a través del móvil. Hay muchas formas de hacerlo, desde la sutil “envíame un WhatsApp cuando llegues”, a la muy intrusiva “hazme una videollamada” o “pon el localizador”, signo inequívoco de una obsesión por controlarla que puede pagar cara.
El estudio revela hasta qué punto las chicas siguen siendo víctimas de una idea romántica del amor que las lleva a confiar en su pareja hasta el punto de darle sus claves de acceso a las redes o enviarle fotos que, cuando la relación se tuerce, son utilizadas para martirizarlas.
Está claro que la prevención de la violencia de género debe empezar por la educación, pero no parece que la LOMCE la tenga como prioridad. Una asignatura que podría ser idónea para tratar esta cuestión, como Educación para la Ciudadanía, ha desaparecido.

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